YO SOY LA NIÑA DE RAÚL
Por Róger Aguilera
Fotos: Yaciel Preña
Sentada en el portal de su casa, en el poblado costero de Guayabal, la niña Denisbel Espinosa Leyva abraza su muñeca de trapo, mientras en la mano derecha sostiene un bolígrafo azul , que ya integra el patrimonio de ese punto de la geografía cubana.
Ahora dibuja lo que viene a su mente, pero quiere responderle rápido a Raúl, quien antes de despedirse de los vecinos de ese enclave marino le dijo: te regalo este bolígrafo para que me escribas una carta cuando aprendas a leer y escribir.
Denisbel tiene cuatro años de edad y está vinculada a las vías no formales de educación, pero apresura el aprendizaje para corresponderle al Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, quien recorrió ese litoral y dialogó con los vecinos tras el paso del huracán Paloma.
En medio de los destrozos dejados por el meteoro y el intercambio con los guayabaleros, la simpática niña le dio un beso a Raúl en la mejilla izquierda y al repetirle otro en la mejilla derecha y le dijo: este es para Fidel.
Sin abandonar sus expresiones y gestos infantiles, Denisbel valora lo que significa el haber dialogado con el Presidente cubano, por ello, cuando alguien visita su casa, con orgullo se auto identifica como la niña de Raúl
Y si a los medios de prensa le llamó la atención la precocidad de la pequeña, a Kenia Belkis, su madre, no tanto, porque “ella siempre ha sido así: espontánea, sagaz, lista, avispada, atrevida…”
Ahora sus vecinos América González , Onel Padrón, Ana María Expósito, Luis Rey, Eudaldo Barrios… quieren que la niña aprenda a leer y escribir muy rápido para que le cuente a Raúl cómo se revitaliza la vida en este litoral del municipio Amancio, en la provincia de Las Tunas, después del golpe meteorológico.
Desean que narre que la electricidad y el agua ya están de vuelta, que las viviendas se restauran y se localiza el lugar donde se construirán nuevas casas en el futuro, no tan cerca del mar.
Y piden que Denisbel ratifique en su misiva lo que le dijo a Raúl una mujer guayabalera el día de su visita: al hombre no se le puede medir por las veces que se cae, sino por las veces que se levanta.
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